Adela Navarro Bello
29/07/2015 - 12:00 am
Cúmulo de tragedias mexicanas
Al final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, los mexicanos éramos espectadores del declive de una administración, que, aun prendida con alfileres como lo reconocerían después, había “mantenido” una relativa estabilidad política y social, que ciertamente no había sido gratuita. Golpes de alto impacto a las estructuras mismas del sistema político mexicano, y un […]
Al final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, los mexicanos éramos espectadores del declive de una administración, que, aun prendida con alfileres como lo reconocerían después, había “mantenido” una relativa estabilidad política y social, que ciertamente no había sido gratuita. Golpes de alto impacto a las estructuras mismas del sistema político mexicano, y un despliegue enorme en materia de política exterior propiciaron esa situación de aparente quietud.
Sin embargo, el escenario “amigable” para México –hacia dentro y hacia fuera- erigido a partir de una supuesta estabilidad pública, política, mediática y en la macroeconomía, comenzó a desmoronarse en los dos últimos años del salinato.
La corrupción en las estructuras públicas de seguridad y procuración de justicia, terminaron por develar la impunidad otorgada a los cárteles de la droga que en aquellos años, tuvieron su auge primero. El asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas y Ocampo en mayo de 1993 develó la dimensión que habían adquirido de los cárteles de Sinaloa y Arellano Félix en Tijuana.
El crimen del Cardenal estaba además en el lindero del fenómeno del crimen organizado y el sector público político, dada la presencia e influencia del representante de la Iglesia Católica. A esa caída en los niveles de inseguridad en el salinato, vendría a sumársele la sospecha de la corrupción de altos niveles, cuando los criminales, en este caso los hermanos Benjamín y Ramón Arellano Félix, llevados por su catolicismo, aprovechan la influencia económica que tenían en la Iglesia, para acercarse a los máximos representantes del catolicismo en México, ante la impunidad ofrecida por el Estado Mexicano para no aprehenderlos.
Entrando 1994, el 1 de enero, otro golpe certero sería dado al Gobierno de Carlos Salinas: El alzamiento de campesinos e indígenas en el sureste mexicano, cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional tomó armas –reales y no- y se apropió de territorios en la sierra de Chiapas, para revelar al mundo que por entonces creía en el entorno y la estabilidad del salinato, las condiciones de marginación que se vivían en México. La inequitativa repartición de la riqueza, la ausencia de infraestructura urbana, la falta de apoyo al campo, la poca disposición a la educación, la falta de programas sociales y de salud para ofrecer una vida digna a un amplio sector de la población.
Pocos meses después, en marzo de 1994 vendría el tiro de gracia. El asesinato en Tijuana, Baja California, del candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta. Un hecho inédito en la historia moderna de México, la muerte del hombre que sería Presidente de la República, dado que por entonces ganaba las elecciones presidencial el PRI México de manera automática, acabo con la “estabilidad” política, y se fraguaron un sin fin de teorías conspiratorias y de complots que incluían la participación del tricolor y el Presidente de la República.
Poco antes de concluir el sexenio de Salinas, otro magnicidio cimbró al Partido Revolucionario Institucional y a los Poderes Legislativo y Ejecutivo. El 28 de septiembre de 1994, José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI, fue asesinado. Una vez más la participación de la élite política priísta en el crimen fue una teoría popular. Ruiz Massieu era el padre de los sobrinos del Presidente de la República. Y un año después el hermano del ex mandatario seria detenido. Raúl Salinas de Gortari fue aprehendido por asesinato y lavado de dinero en el sexenio de ernesto Zedillo Ponce de León.
En este contexto Carlos Salinas de Gortari concluyó su mandato en la ignominia política y social. Se auto exilió en Dublín, Irlanda, y pocos actos públicos tenia. Durante el sexenio de Zedillo, a quien considera su enemigo Salinas, y los subsecuentes de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, la participación de Salinas de Gortari en la vida pública y política de México fue mínima; hasta el triunfo de Enrique Peña Nieto, cuando la presencia del ex Presidente como líder del grupo tricolor del Estado de México es más visible.
Así como al final de la Presidencia de Carlos Salinas Gortari los mexicanos fuimos espectadores de magnicidios, marginación y el derrumbe de la economía, y comenzamos a coleccionar fechas de tragedias para recordar la devastación social, económica y de inseguridad en dicho sexenio, en el inicio de la Presidencia de Enrique Peña Nieto los mexicanos estamos ante un escenario tan trágico como aquel.
Sin haber logrado la estabilidad política, social o económica, ni siquiera en el discurso presidencial, Peña ha destacado por encabezar estructuras de gobierno incapaces de hacer frente a los hechos de violencia y deterioro económico que afectan a los mexicanos en general.
De hecho los acontecimientos para la nueva colección de fechas trágicas iniciaron el mismo 11 de diciembre de 2012 cuando en medio de un impresionante y disuasivo aparato de seguridad, Peña tomó posesión de la Oficina de la Presidencia con protestas y reyertas en las calles adyacentes al Poder Legislativo y a la sede del Poder Ejecutivo.
El 30 de junio cuando en la oscuridad de la noche en la lejanía de Tlatlaya, Estado de México, cuando 22 personas –civiles o criminales, no se ha dilucidado a ciencia cierta- fueron asesinadas en un supuesto enfrentamiento con el Ejército Mexicano, pero, de acuerdo a los peritajes y organismos de defensa de los derechos humanos, fusilados.
El 26 de septiembre de 2014 y desde entonces, la incertidumbre, ausencia de estado de derecho, certeza jurídica y legalidad en el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en un escenario político embarradísimo de corrupción, impunidad y crimen organizado.
El “Viernes Negro” del 1 de mayo de 2015 en Jalisco y otros estados cuando comandos del crimen organizado derribaron un helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana, tomaron sitios en 24 municipios, cerraron carreteras e incendiaron negocios y equipamiento público dejando un saldo sangriento.
11 de julio de 2015, la noche que México se convirtió en el hazmerreír del mundo, cuando el narcotraficante más opulento, violento y prolífico, se escapó -por segunda ocasión- de una de las prisiones de máxima seguridad en nuestro país, a través de un túnel que hoy día es el monumento subterráneo más visible a la corrupción y la impunidad en México.
27 de julio de 2015, el día que el peso registró la peor caída frente al dólar al cotizarse en 16.46 pesos por dólar estadounidense. 16.23 el costo en pesos por cada dólar de acuerdo al Banco de México, mientras que en la ventanilla de Banamex, en la capital del país, la cotización alcanzó un máximo histórico de 16.62.
Esto por mencionar las tragedias de mayor impacto mediático tanto en el país como en el extranjero, a la mitad de la administración de Enrique Peña Nieto, donde hoy como ayer, en el máximo esplendor del priísmo en la administración de Carlos Salinas, los mexicanos estamos siendo espectadores de las tragedias mexicanas coleccionando fechas para ir sumando hechos de impunidad y corrupción que habrán de llenar las páginas de este capítulo de la historia nacional, mismas que muy lamentablemente nos tocó vivir.
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